"Como cualquier otro gĆ©nero, la fantasĆa plantea un buen nĆŗmero de desafĆos teóricos que tienen que ver con la noción misma de gĆ©nero literario. Aunque la clasificación de especies literarias tiene una tradición que se remonta a los orĆgenes de la reflexión sobre la literatura, la definición genĆ©rica resulta un proceso bastante mĆ”s complejo que reconocer una serie de rasgos formales y temĆ”ticos que una serie de textos comparten y en virtud de la cual se agrupan de manera estable. La complejidad de este proceso tiene que ver con dos asuntos de Ćndole diversa. Por un lado, como seƱala Derrida en su clĆ”sico "La ley del gĆ©nero" ("La loi du genre", 1986), delimitar un gĆ©nero, cualquier gĆ©nero, implica una lógica de pureza e impureza que es totalmente tautológica: se necesita un afuera, una serie de textos genĆ©ricamente impuros, para poder sostener la pureza teórica del gĆ©nero; de ahĆ que el autor replantee la relación entre texto/gĆ©nero y proponga mĆ”s que la pertenencia de un texto a un gĆ©nero, la participación del texto en ciertos modelos genĆ©ricos. La idea de participación es tambiĆ©n Ćŗtil si nos desplazamos a un Ć”mbito mĆ”s pragmĆ”tico: tal y como las teorizaciones en el campo del cine nos han hecho ver, el gĆ©nero dista mucho de ser un simple contenedor en el que agrupar textos parecidos; es una etiqueta que no sólo regula la producción y circulación de los textos sino que tambiĆ©n, como seƱala Altman (2000), se vincula a una suerte de contrato espectatorial que activa el horizonte de expectativas de la audiencia y determina, por tanto, la recepción del texto. AsĆ pues, el gĆ©nero resulta ser uno de los marcadores mĆ”s evidentes que opera sobre los textos culturales y determina no sólo la configuración y recepción de los textos sino tambiĆ©n su posición dentro del campo cultural".